Este tremendo computador es
el Sistema Nervioso, constituido por un conjunto de órganos que nos permiten
ponernos en contacto con el mundo exterior y dirigir las funciones orgánicas. Su
trabajo consiste en recoger los estímulos que recibimos tanto en el ámbito
consciente -por ejemplo, la luz del sol-, como en el inconsciente -como puede
ser el daño que provoca un virus en nuestro estómago-, transformándolos en
impulsos nerviosos. Estos llegan a la parte específica del cerebro que comanda
la zona estimulada, donde se procesa la información y se genera la reacción o
respuesta.
Las
reacciones son muy variadas. Van desde la producción de movimientos, la
secreción de las glándulas, la circulación, la digestión o la respiración, hasta
las sensaciones producto de la estimulación de los sentidos. Además de todo
esto, en este sistema, específicamente en el cerebro, se concentra la actividad
intelectual y afectiva.
Así, el
Sistema Nervioso nos permite pensar, comunicarnos, aprender, recordar; es la
sede de nuestros sentimientos, sensaciones y emociones; nos permite tener
habilidades artísticas y movernos, y controla todo el funcionar interno de
nuestro cuerpo.
Las neuronas
La
unidad básica del sistema nervioso es una célula muy especializada llamada
neurona, que se distingue de una célula normal por su incapacidad para
reproducirse, lo cual explica que toda lesión cerebral sea
definitiva.
Las neuronas miden menos de 0.1 milímetro. Presentan dos clases de prolongaciones: las más pequeñas, de aspecto arboriforme (con forma de árbol), situadas en torno al citoplasma, reciben el nombre de dendritas; y las más largas y cilíndricas, que terminan en varias ramificaciones, llamadas cilindroeje o axón. Estas tienen una doble misión: por una parte, conectan a las neuronas entre sí –proceso denominado sinapsis- y, por otra, al reunirse con cientos o miles de otros axones, dan origen a los nervios que conectan al sistema nervioso con el resto del cuerpo.
La
sinapsis, que permite la comunicación entre los aproximadamente 28 mil millones
de neuronas de nuestro sistema nervioso, se produce mediante señales químicas y
eléctricas, y se lleva a cabo en los botones sinápticos, situados en cada
extremo de las ramificaciones del axón.
En el
interior de cada botón hay saquitos (vesículas) llenos de unas sustancias
químicas llamadas neurotransmisores, que ayudan a traspasar la
información de una célula a otra.
Para que
el impulso eléctrico se transmita, los iones positivos de sodio que están
presentes fuera de la neurona en estado de descanso, traspasan la membrana
celular. Al interior de la neurona, la carga eléctrica es negativa. Cuando los
iones positivos de sodio ingresan a la neurona, cambian la carga interna de
negativa a positiva. En la medida que el impulso avanza por la membrana, su
interior recobra la carga negativa. De esta forma, el impulso va pasando desde
una neurona a otra.
En el
caso de los impulsos que llevan una orden del cerebro a algún músculo, el
proceso es el siguiente: tras viajar por muchísimas neuronas, el impulso llega
al último botón sináptico cercano a las fibras musculares; entonces, un
neurotransmisor químico viaja (o salta) a través del surco sináptico -espacio
entre las terminaciones nerviosas y las células musculares- y estimula a las
fibras musculares para que se contraigan.
Partes del sistema nervioso
El
sistema nervioso está conformado por dos subsistemas con funciones diferentes:
el Sistema Nervioso Central (SNC), conocido también como
Cerebroespinal y Voluntario, que interviene en las funciones de
relación, la sensibilidad y el movimiento; y el Sistema Neuro-vegetativo,
llamado también Autónomo y Nervioso Periférico, que regula las
funciones de la vida vegetativa (circulación, respiración, digestión, etcétera),
independientes de nuestra voluntad.
El
sistema nervioso central está formado por: la médula espinal, estructura
alargada de tejido blando, ubicada al interior de la columna vertebral; y el
encéfalo, estructura voluminosa situada sobre la médula espinal y al
interior del cráneo. En el encéfalo podemos distinguir tres estructuras: el
cerebro, el cerebelo, el bulbo raquídeo y el puente de
Varolio.
Todo
esto está protegido por sólidas estructuras óseas, que en su conjunto reciben el
nombre de estuche cráneo-raquídeo, porque está formado por los huesos del
cráneo y las vértebras de la columna vertebral.
Además
de las estructuras óseas, el sistema nervioso central posee otros elementos de
protección: las meninges. Estas son tres envolturas membranosas que lo
rodean en forma concéntrica: la duramadre, la más externa y dura, que
está en contacto con la protección ósea, es decir, con los huesos craneales y
raquídeos; la aracnoides -recibe este nombre por su similitud con la red
de una araña-, que viene inmediatamente después y que es una capa muy fina; y la
piamadre, también muy delgada, que está en contacto con la médula y el
encéfalo.
El cerebro
El
cerebro es el órgano que controla la actividad fisiológica -el
funcionamiento del cuerpo- e interpreta los impulsos generados por el contacto
con nuestro entorno. Contiene los centros nerviosos para el pensamiento, la
personalidad, los sentidos y el movimiento voluntario.
Este
órgano, que pesa alrededor de 1.200 gramos en un adulto, está compuesto por
dos hemisferios ubicados en la parte superior del cráneo y que comprenden
casi el 90 por ciento del encéfalo. Cada hemisferio mide de 15 a 17 cm desde la
parte anterior a la posterior, y juntos miden entre 11 y 14 cm de
ancho.
Debajo
de la corteza cerebral, que es una capa de materia gris llena de
pliegues, de unos 2 a 6 mm de espesor, se encuentra la sustancia blanca,
integrada por millones de fibras nerviosas. Al centro del cráneo, la sustancia
blanca de ambos hemisferios se une formando una estructura similar a una cuerda:
el cuerpo calloso, que es el más grande de varios haces de fibras
nerviosas, llamados comisuras, que conectan zonas específicas de los dos
hemisferios.
Ambas
porciones cerebrales están separadas por la cisura de Rolando, surco
profundo que debe su nombre al anatomista italiano Luigi Rolando, que lo
describió por primera vez a principios del siglo XIX. En la parte anterior de
esta hendidura, que separa longitudinalmente ambos hemisferios, se encuentra la
zona que controla la actividad motora, mientras que en su parte posterior se
ubica el control sensitivo.
El
hemisferio derecho rige las funciones de la mitad izquierda del cuerpo, y
el hemisferio izquierdo controla las de la parte derecha. Esto se debe a
que los nervios se entrecruzan en la médula espinal.
El surco
longitudinal (cisura de Rolando) y otro lateral, llamado cisura de
Silvio, separan a los hemisferios en cuatro cuadrantes -que reciben los
nombres de los huesos craneanos que los protegen-: son los lóbulos frontal,
parietal, temporal y occipital.
La
detección e interpretación de imágenes visuales está localizada en el lóbulo
occipital; la percepción auditiva se encuentra en el temporal, lóbulo donde
también se ubica el olfato, el equilibrio y la memoria; en el lóbulo parietal se
sitúan el gusto y la percepción del tacto (temperatura, presión y dolor); y en
el lóbulo frontal se centra el habla, la elaboración del pensamiento, las
emociones y los movimientos.
En el
interior del cerebro hay cuatro cavidades intercomunicadas, llamadas
ventrículos, conectadas con otra cavidad larga y delgada que se dirige
hacia abajo por el centro de la médula espinal. Dentro de estos huecos fluye el
líquido incoloro denominado cefalorraquídeo o
cerebroespinal producido en los ventrículos, y que se renueva cuatro a
cinco veces durante el día.
Este
medio acuoso, rico en proteínas y glucosa, aporta energía para el funcionamiento
de las neuronas y los linfocitos. Estos últimos nos protegen de las infecciones.
En otras palabras, al circular a su alrededor, este fluido protege y alimenta a
todas las estructuras que conforman el sistema nervioso.
El puente neuronal
Uniendo
la médula espinal y el cerebro está el tallo cerebral o tronco encefálico, de
unos 7,5 cm de longitud.
Esta
estructura contiene centros que regulan varias funciones vitales para la
supervivencia, entre las que se incluyen los latidos del corazón, la
respiración, la presión sanguínea, la digestión y ciertas acciones reflejas,
como tragar y vomitar. Además, es el encargado de estimular la función reticular
(del ojo) que mantiene al cerebro despierto y alerta, controlar el sueño,
regular los reflejos originados en la médula espinal y mantener el tono muscular
y la postura -que es la rigidez o tensión muscular que nos permite mantener la
espalda erguida o en posición vertical mientras estamos de pie o
sentados-.
En la
parte superior del tallo cerebral está el puente de Varolio, que también recibe
el nombre de protuberancia anular. Esta estructura es la parte del cerebro
situada entre los pedúnculos cerebrales por arriba y el bulbo raquídeo por
abajo.
El tálamo
El
tálamo es una masa ovoidal gris de unos 4 cm de longitud, ubicada en la parte
superior del tallo cerebral.
Está
formado por una agrupación de neuronas cuya especialidad es analizar y dirigir
las señales sensoriales a los centros nerviosos especializados, situados en la
corteza cerebral.
En torno
al tálamo se encuentran los ganglios basales, masas circulares de materia gris
situadas en lo profundo del cerebro, que ayudan a controlar las secuencias de
movimiento, como el caminar.
Otra
estructura -del tamaño de un terrón de azúcar- que se encuentra en la base del
cerebro es el hipotálamo, lugar donde interactúan los sistemas nervioso y
hormonal del cuerpo -por la presencia de la hipófisis, glándula que secreta
hormonas con efectos sobre una amplia gama de procesos fisiológicos-.
El
hipotálamo es el responsable de la regulación de la temperatura corporal;
realiza el balance del agua y la sal requerido por el cuerpo; controla el flujo
sanguíneo, el apetito y la ingestión de alimentos, el ciclo sueño-vigilia y la
actividad hormonal. También interviene en las respuestas a emociones como la
rabia y el temor.
El bulbo raquídeo
El bulbo
raquídeo o médula oblongada es la continuación superior de la médula espinal
-que comienza junto con la columna vertebral en la base del cuello-, limitando
hacia arriba con el tallo cerebral. Tiene forma de pirámide ensanchada en
posición inversa a la de la médula espinal y mide unos tres centímetros de
longitud.
En esta
zona están los núcleos que controlan los centros respiratorios, el centro
regulador de los movimientos peristálticos del tubo digestivo y, el centro
vasoconstrictor, que regula el diámetro de los vasos sanguíneos.
En el
bulbo raquídeo también están los núcleos de algunos de los nervios craneales: el
hipogloso mayor o nervio motor de la lengua; el glosofaríngeo, que lleva las
fibras nerviosas del gusto a la cavidad bucal; el vago o neumogástrico, que
lleva fibras a las vísceras (cada uno de los órganos encerrados en las cavidades
del cuerpo); y, el espinal, que controla algunos músculos del cuello.
La médula espinal
La
médula espinal corre a lo largo y en el interior de la columna vertebral, que la
protege. Tiene alrededor de 43 cm de extensión y es casi tan ancha como un
dedo.
Comienza
en el agujero occipital -entre los huesos occipital y atlas- y la primera
vértebra cervical, y llega hasta la segunda vértebra lumbar. Desde allí se
prolonga por el filamento terminal hasta el cóccix, donde se agrupan un gran
número de ramas nerviosas, denominadas cola de caballo por la forma que adoptan.
Contrariamente al cerebro, la parte exterior de la médula está compuesta por
sustancia blanca, y la interior, por la gris.
Fisiológicamente, la médula espinal
es la vía conductora de impulsos desde y hacia el cerebro, y también es el
centro de los movimientos reflejos.
Existen
31 pares de nervios raquídeos, que son aquellos que nacen en la médula espinal y
salen por los agujeros de conjunción formados por la unión de dos vértebras
vecinas. Hay ocho nervios cervicales, doce dorsales, cinco lumbares, cinco
sacros y un coccígeo.
Estos
nervios, que conectan a la médula con el resto del cuerpo, se agrupan en cinco
enmarañadas redes que reciben el nombre de plexos, y que son los siguientes, de
acuerdo a su ubicación: cervical, braquial, lumbar, sacro y sacrococcígeo.
El sistema Neuro-vegetativo
Este
sistema, llamado también Nervioso Periférico o Autónomo, está constituido
por los nervios vegetativos, que son los que nos permiten realizar
funciones automáticas; es decir, aquellas que no están sujetas a nuestra
voluntad y que controlan nuestros órganos y sistemas vitales.
El
sistema nervioso vegetativo actúa por dos grandes vías: la simpática y la
parasimpática, que tienen acciones antagónicas u opuestas:
Sistema Nervioso Simpático, Ortosimpático o del Gran Simpático: está constituido por una
doble cadena de ganglios nerviosos que se encuentran a ambos lados de la columna
vertebral y que son cúmulos neuronales distribuidos de la siguiente forma: tres
cervicales, diez o doce dorsales, cuatro lumbares y cuatro sacros. De estos
ganglios simpáticos parten fibras que llegan a los distintos órganos, sobre los
que ejercen su función, que consiste en estimular.
Este
sistema no es independiente, ya que desde el bulbo y la médula espinal parten
las fibras que lo controlan.
Sistema Nervioso Parasimpático: sus centros están ubicados a nivel encefálico y en el plexo sacro en la médula espinal; sus fibras se reparten aprovechando el trayecto de algunos nervios craneales (los de origen encefálico) y el del nervio pélvico (las de origen sacro). De esta manera, las fibras que inervan las glándulas salivales (regulando su secreción) circulan con el nervio facial; numerosas fibras parasimpáticas se unen al neumogástrico, separándose del mismo en la medida que van llegando a los órganos que inervan: corazón, bronquios, estómago, hígado, etcétera.
Los
sistemas nerviosos del gran simpático y del parasimpático son antagónicos. La
distinción entre ambos no es solamente anatómica, sino también funcional, puesto
que los dos están presentes en cada uno de los órganos, ejerciendo una
función estimuladora (vía simpática) o inhibidora (vía
parasimpática).
Este
procedimiento de trabajo a dúo es químico, y se realiza por medio de
neurotransmisores, que son los que llevan los estímulos desde y hacia los
músculos.
La acción parasimpática depende de la acetilcolina y las fibras nerviosas involucradas reciben el nombre de colinérgicas. En el sistema simpático interviene la adrenalina y las fibras son las adrenérgicas.
Para que
quede más claro este trabajo en equipo, un ejemplo: en el corazón, la vía
simpática estimula el impulso cardíaco y la parasimpática lo frena,
controlando el ritmo de los latidos. En una persona de salud normal existe un
perfecto equilibrio entre ambos sistemas.
Enfermedades
El
sistema nervioso es uno de los más susceptibles a las enfermedades, puesto que
no solo lo afectan males de tipo orgánico, sino también dolencias de tipo
psíquico que afectan la conducta y el estado de ánimo del afectado. Este es el
caso de padecimientos que son respuesta a problemas producto de la relación con
otros o con el medio en general, como las ansiedades, el estrés, la depresión,
las fobias o el pánico.
A
continuación, se describen brevemente algunas enfermedades que tienen que ver
con problemas orgánicos que afectan al sistema nervioso.
Epilepsia: aunque se desconoce su causa, es provocada por cualquier irritación o cicatriz en la corteza cerebral producto de un golpe brusco tras algún accidente o un parto traumático.
Se
manifiesta en forma de ataques convulsivos que pueden durar varios minutos,
originados por un desorden de los impulsos eléctricos en el cerebro, durante los
que el afectado cae al suelo, pierde la conciencia y entra en un estado de
convulsión (temblor generalizado). En algunos casos, estos ataques van
acompañados de pérdida de memoria temporal y descontrol de los
esfínteres.
Meningitis: enfermedad caracterizada por la inflamación de las meninges. Generalmente es de origen infeccioso. Esta enfermedad se confirma con el estudio del líquido cefalorraquídeo (estudio citoquímico y cultivo). Trombosis y hemorragia cerebral: en el primer caso, el mal se produce cuando una arteria es obstruida (tapada) por un coágulo, quedando toda la zona que debía ser irrigada sin circulación sanguínea (infarto cerebral), por lo que dicha área muere, ocasionando un daño neuronal que en casos extremos puede llegar a una hemiplejia -la mitad del cuerpo se paraliza-.
Las
hemorragias se producen cuando una arteria se rompe y sangra dentro del tejido
cerebral. También pueden producir parálisis corporal.
Parkinson: afecta a las estructuras encargadas del movimiento, la coordinación, el equilibrio, el mantenimiento del tono muscular y la postura. Se produce a causa de la disminución de la dopamina, un neurotransmisor esencial para la regulación del movimiento en la sustancia gris del cerebro. Neuritis: son enfermedades de los nervios periféricos (fuera del sistema nervioso). La más conocida es la parálisis facial. Esta se presenta como un dolor intenso que puede producirse al mascar, hablar, exponerse al frío o tocarse un punto sensible de la cara o boca. Generalmente, las crisis se repiten con semanas o meses de intervalo y afectan a personas de edad avanzada. Narcolepsia: es un desorden del sueño originado en disfunciones moleculares del cerebro y marcado por un incontrolable deseo de dormir durante el día. Los ataques, que consisten en sueños vívidos y atemorizantes, pueden ocurrir en cualquier momento, aún en medio de una conversación, y producir una incapacidad temporal de movimiento antes de despertar.
También
causa debilidad muscular repentina, llamada cataplexia.
Poliomielitis: es un mal viral que ataca a las células motoras de la médula espinal o del tronco cerebral, principalmente de los niños, dejando secuelas profundas, a veces irreversibles. Demencia: consiste en la pérdida de las capacidades sicológicas, a causa de lesiones en el tejido nervioso central y sus arterias (infartos, hemorragias, etc.). Por lo general, ocurre a personas de más de 65 años.
El 55%
de los casos de demencia se deben a la enfermedad de Alzheimer o
demencia senil, en la que el daño cerebral se debe a la producción anormal de la proteína amiloide. Entre sus síntomas principales están la desorientación, dificultad para la marcha y alteraciones del lenguaje y memoria. Tumores: pueden ser primarios (si se originan primariamente en el Sistema Nervioso Central) o bien secundarios (si el origen proviene de un tumor situado en otra parte del cuerpo, pero afecta por metástasis al cerebro a causa de la transferencia de células malignas). |
Fundación Educativa Héctor A.
García
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